LOS AMORES DE LORD BYRON


George Gordon, sexto Barón de Byron (1788-1824), fue el romántico por excelencia. Desde pequeño siempre tuvo un carácter muy enamoradizo como queda reflejado en su frase "Cuanto más conozco a los hombres, menos los quiero; si pudiese decir otro tanto de las mujeres me iría mucho mejor".

Mantuvo una relación tempestuosa con sus padres. Cuando cumplió los nueve años, su madre confió su formación a una joven institutriz escocesa apodada Mary Gray que lo inició en la lectura de la Biblia y en el sexo, en esa época y pese a lo breve de su edad, tuvo sus primeras relaciones sexuales con su institutriz. Junto a ella pasó el verano en el valle del Dee, en una casa de campo cercana a Abergeldie, y contempló las aficiones alcohólicas y orgiásticas de Mary Gray.

Más adelante, con el fallecimiento de su tío abuelo William Byron, quinto lord Byron se le reconoció su aristocracia, aunque nunca le tuvo excesivo aprecio al título que le correspondía. Vivieron madre, hijo e institutriz en la residencia recién heredada Newstead Abbey, la cual estaba cargada de deudas y en muy mal estado. A pesar de eso, Byron recordaría gratamente que esta fue la mejor residencia que tuvo, allí conoció y se enamoró de su prima Mary Duff, que lo rechazó por ser un chico muy joven para ella. Esta situación lo dejó desolado y lo animó a realizar sus primeras composiciones.

En 1803 tuvo su primera tragedia amorosa, al morirse su prima Margaret Parker, de la que también estaba enamorado. Dos años más tarde se trasladó a la universidad de Cambridge. Durante esta época ya se veía su gran afición por la escritura, cuando empezaba a escribir poemas y versos sueltos. Abandono la Universidad posteriormente por falta de dinero, momento en el que se mudó a la calle Picadilly 16 de Londres, en donde fue amante de una prostituta. Luego volvería con su madre a Southwell para dedicarse en cuerpo y alma a la poesía.

Ya en su madurez mantuvo un famoso affaire con la aristócrata lady Caroline Lamb. Caroline, casada con un joven político que con el tiempo se convertiría en primer ministro británico y mucho más tarde en consejero de la reina Victoria, era de temperamento apasionado e histérico, y con su exaltado amor por el poeta, se convirtió en una verdadera pesadilla. Fueron amantes, pero al final Byron, cansado de sus escenas, la rechazó, a lo que ella repuso escribiendo en venganza sus memorias, entre otros libros, en los que no dejaba muy bien parado al poeta. Fue poco querido por los demás componentes de la nobleza por sus continuos amoríos y por las críticas que dirigía a sus miembros.

En 1815 se casó con Anna Isabella Noel Byron, a quien le dijo en la noche de bodas: “Te arrepentirás de haberte casado con el diablo”; posteriormente, en su luna de miel, cuando pasaban por un pueblo, sonaron las campanas por un fallecido, se cuenta que entonces Byron dijo: “Seguro que esas campanas tocan por nosotros”, dando a entender a su esposa el poco futuro que auguraba a la relación al ser personalidades tan poco afines. Tras conocerse que Byron no le era fiel, Anna Isabella lo abandonó en 1816, tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, Augusta Ada. 

Su carácter, sus poemas antipatrióticos y su rechazo hacia ciertos sectores de la sociedad hicieron que se le odiara.  Este odio provocó que los rumores sobre su vida (algunos ciertos y otros falsos) se extendieran con gran rapidez y llegaran a todos lados. Se le acusó de mantener relaciones incestuosas con su medio hermana Augusta (con la que tuvo una hija, Medora), de sodomía y se extendieron dudas sobre su cordura, lo cual provocó su ostracismo social. Amargado profundamente, Byron abandonó Inglaterra ese mismo año y nunca volvió.

Desde 1817 hasta 1822 estuvo viajando por Italia donde tuvo una aventura con Margarita Cogni y vivió en el palacio Nani-Mocenigo, residencia que fue casi un harén para él. Vivió un tiempo en Venecia, donde presumía de haber tenido 250 relaciones sexuales con mujeres, y donde vivió con la condesa Teresa Guiccioli, recién separada de su anciano marido. Edgar Allan Poe, el escritor estadounidense, se basó en esa relación para escribir La cita, un relato gótico de 1834.

En abril de 1822 murió su hija ilegítima Allegra (nacida de su relación con Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley, quien escribió Frankenstein inspirada en la personalidad de Byron) cuando apenas había cumplido cinco años y a la que Byron tenía gran aprecio.

Lord Byron mantuvo una tormentosa vida amorosa, fue un hombre muy atractivo que se creó una pésima fama que en algunos casos tuvo más de pose que de realidad. Lo que más destaca en la vida de este poeta, maldito por excelencia, no es su faceta poética, con ser considerable, sino su propia existencia, por entero romántica, novelesca y plagada de escenas teatrales.

 A su muerte, Byron se convirtió en Europa en un mito, la devoción por él trascendió incluso a Norteamérica donde que Edgar A. Poe, entre otros, le admiraba sin reservas, y es notoria la influencia del primero en el segundo. En Inglaterra, sin embargo, el rector de Westminster, impidió el que fuese sepultado en la abadía, y sus editores, por miedo al escándalo, destruyeron el manuscrito de sus memorias, privando con ello a la posteridad de un inestimable retrato personal escrito por el interesado.