Edward Sapir, miembro de
la Asociación Americana de Antropología, junto con el antropólogo Whorf,
formuló la hipótesis Sapir‑Whorf, que dice que toda lengua conlleva
una visión específica de la realidad y que, por tanto, determina al
pensamiento. Esta hipótesis, tan difícil de confirmar como de desmentir, supone
que el lenguaje tiene gran influencia en la mentalidad de las personas y, por
tanto, es capaz de cambiar la realidad o al menos de influir en el entorno.
Esto no es falso, el problema
surge cuando, acogiéndose a esta hipótesis, llegamos a la conclusión de que
cambiando las palabras seremos capaces de cambiar las cosas y nos esforzamos en
imponer de forma inquisitiva un “aseo” del lenguaje mediante el uso de
eufemismos que conducen directamente a imprecisiones.
El ejemplo que a todos se nos
viene a la cabeza cuando pensamos en esto es el uso de la expresión de color para referirnos a la palabra negro cuando queremos calificar a
alguien que posee una pigmentación en la piel que le da esta característica. Su
color de piel es negro pero, por extraños convenios sociales es de mal gusto
decírselo a la cara y preferimos decir que es de color. Esto nos hace ser socialmente más correctos mediante el
lenguaje, y, la verdad, como lo que pensamos no se ve ni se oye, importa menos.
Esta posibilidad de que nos
presentemos tan sumamente correctos con tan poco esfuerzo, hace que surjan
eufemismos a montones para no llamar negro
a un negro. Así, se unen los términos
afroamericano (como si un americano
no pudiera ser negro sin más) o de etnia
africana (aunque no tengan relación con ese continente desde muchas
generaciones atrás) a de color (como
si los que no son negros no tuvieran un color también) para definir a una
persona negra. Realmente todos estos eufemismos son imprecisos y faltan a la
verdad, tras usarlos nos podrían hacer preguntas como, si es de color ¿de qué color es? Además,
¿alguien piensa realmente que los derechos civiles del negro solo habrían de
conseguirse plenamente cuando rompiera el grillete de ser llamado negro para
pasar a ser llamado afroamericano?
Lo cierto es que casi todos
hemos entrado en esta espiral de un lenguaje políticamente correcto que amenaza
a veces con quedarse en lo superficial y no afrontar el problema desde el
interior de las personas y lo que estas sienten de verdad. Sería más eficaz
para nuestra sociedad abogar por un lenguaje sin tantos eufemismos, y poner el
esfuerzo en la raíz del problema, aunque eso a veces nos proporcione menos
medallas y más dolores de cabeza.
Es necesario para ello
apelar a los medios de comunicación, cuyo poder es inestimable, y a la
formación y educación en valores de los niños. Conseguiremos así una sociedad
mejor y estaremos velando por el respeto y la precisión de nuestra lengua.